Todos los seres humanos tenemos ciertas necesidades a cubrir. Algunas son básicas para el desarrollo de la vida como la comida y el descanso, pues no hay nadie que pueda sobrevivir mucho tiempo sin dormir o comer. También existe la necesidad de seguridad, confort y cobijo, es decir, una casa donde vivir y estar rodeado de un entorno tranquilo, agradable y en paz. Una vez estas necesidades más básicas están cubiertas, la mayoría de personas experimentan la necesidad de satisfacer otros aspectos en su vida.
Todos, en función de nuestra personalidad y experiencia, tenemos necesidades psicológicas a atender. Para identificarlas puedes conectar con tus emociones a lo largo del día, te darán muchas pistas. Ya que si estas necesidades personales no se satisfacen, suelen emerger emociones desagradables recurrentes, como tristeza o rabia, que pueden dar lugar a problemáticas emocionales, e incluso, a la larga, a enfermedades físicas. En cambio, sentimos alegría y serenidad cuando se ven colmadas. Por ello, es esencial identificar y satisfacer regularmente cuáles son nuestras necesidades para encontrar el propio equilibrio. Porque en caso contrario, las emociones desagradables invadirán tu vida y acabaran generando graves consecuencias.
Algunas de nuestras necesidades se deben a carencias vividas a lo largo de nuestra vida. Por ejemplo, si sufrimos bullying en la infancia o en la adolescencia podemos tener una necesidad desmesurada de gustar a los demás y ser valorado, o si por ejemplo tuvimos una familia sobreprotectora o sufrimos un abandono, necesitaremos sentirnos seguros. A veces estas necesidades no pueden ser satisfechas nunca, pues es como si fueran un pozo sin fondo, y es necesario reevaluar desde la distancia aquella carencia del pasado para no arrastrarla al presente. Es interesante trabajar la propia historia para saber de dónde emergen las necesidades que tenemos arraigadas, para saber si surgen de quienes somos o de carencias vividas.
Debemos comprometernos con nosotros mismos y nuestras necesidades, pues muchas veces las dejamos de lado para atender las de otros. Obviamente lo ideal es que todos tengan sus necesidades colmadas pero nuestra responsabilidad primera es con nosotros mismos. Ayudar y cuidar a los demás está bien, y a veces tenemos que hacer concesiones en pos de las necesidades de otros, como por ejemplo con un recién nacido o un enfermo. Pero, incluso en estas situaciones, es necesario que reservemos el espacio para satisfacer nuestras necesidades personales. Comprometerse a hacer lo que realmente es importante para uno mismo y dedicarle el espacio que se merece es esencial para poder cuidar de otros. A veces nos preocupa el juicio o la crítica que harán los demás. Nos disgusta que nos clasifiquen como egoístas, narcisistas o hedonistas si decidimos darnos nuestro espacio, nuestro tiempo o incluso invertir en nosotros mismos. Esto es una confusión de conceptos. El hecho de comprometerme a cuidar de mí me hace una persona equilibrada para ofrecer y dar a los demás. O incluso pensamos que si no estamos ahí para satisfacer sus necesidades nos dejarán de querer o se alejarán. Desagraciadamente esas relaciones estarán basadas en la dependencia y en un desequilibrio y que no nos permitirán desarrollarnos a nivel personal.
Te propongo que para el próximo año valores si tu vida se encamina a satisfacer tus necesidades personales y si podrías hacer algo distinto para así hacerlo. ¡Conecta contigo!